martes, 30 de noviembre de 2010

AL PERRO NO LO CAPAN DOS VECES

Historia inédita de un Araucano en Israel.


“AL PERRO NO LO CAPAN DOS VECES”… 

HISTORIA INÉDITA DE UN ARAUCANO EN ISRAEL. 


A propósito del tema actual que se refiere al abordaje de tropas de Israel a un grupo de barcos que transportaban ayuda humanitaria para la franja de Gaza, esta es la historia real de un Araucano que se vio enfrentado a la misma situación con el gobierno de Israel.

Por: Álvaro Moscoso Peroza.

José Luis (se ha omitido su verdadero nombre para proteger su identidad), es un joven oriundo de la ciudad de Arauca, capital del Departamento de Arauca, al oriente de la República de Colombia, que fue educado y criado en medio de las majestuosas llanuras, de paisajes exuberantes, las garzas, los chigüiros y los esteros.

Graduado bachiller en el Colegio Nacional Simón Bolívar de la ciudad de Arauca donde desde muy joven se destacó por su aplicación y dedicación, por lo que sus padres decidieron enviarlo a la ciudad de Bogotá a continuar estudios universitarios en una prestigiosa universidad Colombiana, y allí se graduó en una de las ramas de la Ingeniería. Gracias a sus excelentes notas y al aprecio que logró ganarse de las directivas, José Luis pronto se destacó por su inteligencia, compañerismo y sentido de pertenencia para con su universidad.

Fue así como participó en un concurso de becas organizado por el Gobierno de Israel y su universidad, donde se concedían a los estudiantes la posibilidad de ampliar sus estudios a través de un Magíster y prácticas académicas en una importante universidad de este País, reconocido por sus adelantos y avances en materia agrícola, con todos los estipendios y gastos pagos durante un año y con altas probabilidades de empleo al regreso y finalización de los estudios. José Luis participó y luego de un extenuante proceso de selección, junto con otros compañeros logró obtener en nombre de su Universidad una de las 5 becas disponibles.

Una vez recibidos los pasajes, seguros, visados y permisos requeridos, José Luis se dispuso a iniciar el viaje de su vida, esperanzado en ilustrarse en esta nueva experiencia que le permitiría mejorar su perfil profesional y aportarle conocimientos para poner en práctica en su terruño.

Recuerda con mucha claridad los sentimientos que experimentó al subirse por primera vez en el avión que lo transportaría a través del atlántico y del oriente medio en un viaje de más de 24 horas, José Luis estaba acostumbrado a viajar en los pequeños aviones que lo transportaban a él y su familia a la finca que tenían en las sabanas del Municipio de Puerto Rondón- Arauca-, donde siempre pasaba sus vacaciones y ayudaba a su padre en las labores cotidianas del llanero, así como la costumbre de viajar en los pequeños aviones de la empresa estatal Satena, destinada a viajes en los llamados Territorios Nacionales, nada comparable con el monstruo que estaba abordando, lo sorprendieron los interminables pasillos, las largas filas de puestos, los televisores, los teléfonos y los mapas –Geo Maps- ubicados en cada uno de los asientos.

Pero no se amedrentó y fiel a la tradición católica que le inculcaron sus padres, dedicó algunas oraciones y se encomendó a la Virgen de Santa Bárbara de Arauca, patrona de la ciudad, ante semejante viaje que le esperaba y donde no tendría en ningún momento la oportunidad de devolverse o de tomarse un respiro una vez despegado del suelo, patrona que al final de su viaje le salvaría la vida y a quien José Luis siempre encomienda y da testimonio de deberle su regreso.

Luego de una pequeña escala en la ciudad de París, el avión continúo su itinerario y aterrizó finalmente en la ciudad santa, Jerusalén, en donde esperaban a José Luis y a los demás muchachos estudiantes.

Los recibieron bien, no hubo ningún percance aduanero y de inmediato abordaron un vehículo que los condujo a través de la ciudad hasta un paradero de buses oficiales, en donde los esperaba un funcionario que tenía la misión de trasladarlos hasta su ciudad de destino situada en las orillas del mar Mediterráneo, aproximadamente a tres horas de la ciudad de Jerusalén, los jóvenes pensaron que ya tendrían oportunidad de volver en las vacaciones a la ciudad sagrada y conocerla completamente, pues no estaba previsto demorarse mas tiempo que el necesario para llegar a su destino.

Arribaron al Kibut (Un “kibbutz” es una comuna agrícola israelí, donde se desempeñan procesos de formación comunitarios basados principalmente en la agricultura), donde los recibieron amablemente y les mostraron las instalaciones y los ubicaron en sus amplios y cómodos alojamientos, con una bienvenida que profesaba especial afecto por los estudiantes extranjeros.

José Luis y sus compañeros de estudios se sintieron gustosos por los alojamientos, las instalaciones de la Universidad y especialmente por la moderna biblioteca especializada en temas agrícolas. Todo de entrada los tenía enteramente satisfechos.

Al llegar la noche se fueron a dormir, el mar Mediterráneo, frente a sus ventanas, los esperaba al día siguiente pues habían decidido muy temprano ir a nadar con el fin de recibir su nueva experiencia zambulléndose en estas históricas aguas, pero antes José Luis pensó en sus padres, familiares y amigos que había dejado en Arauca y se complació de saber que al cabo de un año regresaría y podría llevar mucho de lo aprendido en estas lejanas tierras. Durmió plácidamente esa noche pues estaba cansado de tan extenuante viaje.

Al día siguiente y muy temprano en la mañana, luego de haber informado a las directivas, José Luis y sus compañeros se dirigieron al mar, nadaron y se bañaron divertidamente y hablaban del recorrido que harían ese mismo día por los campos y sembradíos del Kibut y de las experiencias que les esperaban. En ese momento a José Luis le pareció oír el ruido de un helicóptero que se acercaba, también le pareció escuchar el ruido de embarcaciones, cuando se le estaba aclarando la vista por el agua que le escurría en la cara miró a su alrededor cientos de soldados israelíes en la playa y al voltear vio grandes embarcaciones que se les acercaban por el agua, con soldados que les apuntaban, descubrió que el ruido era evidentemente un helicóptero que daba vueltas sobre sus cabezas, y cuando menos despabilaba se encontró subido en los barcos junto con sus compañeros rodeados de efectivos militares que les hablaban en hebreo sin entender una sola palabra, en pocos segundos los llevaron hasta la playa y allí los esperaba un vehículo militar que los transportó rápidamente hasta unas instalaciones militares, los metieron en celdas y los pusieron a esperar todo ese día.

Al llegar la noche, los militares sin mediar palabras les entregaron las maletas debidamente requisadas y volteadas, pasaron la noche en esas frías instalaciones donde solamente había suelo para dormir. Sobra decir que no pudieron dormir por cuanto no sabían absolutamente nada de lo que estaba pasando y se sentían abrumados.

Al amanecer los transportaron a otro vehículo militar, luego de un largo viaje los bajaron en un hangar de aspecto militar ubicado en un aeropuerto, conclusión a la que llegaron al mirar por la puerta del hangar los aviones que despegaban y aterrizaban, algunos de los compañeros de José Luis trataron de hablar con los soldados pero fue en vano, ninguno hablaba español o ingles y además no les estaba permitido acercárseles.

Inmediatamente los trasladaron por unos pasillos, luego de caminar un largo trecho cuando se dieron cuenta estaban sentados en un avión comercial, junto con otros pasajeros, acompañados siempre por militares que estuvieron con ellos hasta que el avión despegó.

Al cabo de 15 horas de vuelo, la aeronave aterrizó en la ciudad de París, José Luis y sus amigos apenas hablaban entre ellos, totalmente asustados y desconfiados de los demás pasajeros, el temor les impedía tratar siquiera de preguntar algo.

La odisea de estos muchachos no terminaba. Apenas se abrieron las puertas, entraron agentes de la policía francesa, los condujeron hasta una oficina en un sótano, muy iluminada y llena de espejos y cámaras por todas partes.

Allí todavía no pudieron comunicarse, y al cabo de toda una tarde de permanecer allí llegó un funcionario que hablaba perfecto español y les comunicó la noticia: Habían sido DEPORTADOS por el gobierno de Israel a través de un procedimiento administrativo de deportación entre naciones.

José Luis y sus compañeros comprendieron todo, hablaron mucho con el funcionario y este les explicó que era habitual en el gobierno de Israel realizar este tipo de procedimientos.

Consternación, desconsuelo y desilusión total. José Luis a pesar de haber escuchado al funcionario francés, sentía impotencia y amargura, y cada vez más se aferraba a su fe y lo único que pedía ahora era que lo regresaran a su tierra, donde a pesar de todo era su gente y por lo menos allí se sentiría seguro después de semejantes acontecimientos y travesías.

Así sucedió, los embarcaron al día siguiente en un vuelo Paris-Bogotá, al llegar contaron y arreglaron todo lo sucedido con los funcionarios y autoridades, José Luis regresó a su pueblo natal, Arauca, en donde lo esperaban su familia y amigos y donde finalmente se sintió seguro y feliz, agradecido con Dios, por su regreso.

Luego supieron por informes periodísticos que el gobierno de Israel acostumbra efectuar este tipo de deportaciones “administrativas” por motivos que nadie entiende pero que aducen ser de seguridad nacional preventiva.
Algún tiempo después, José Luis y sus compañeros recibieron a través de su universidad un comunicado del Gobierno israelí donde les explicaban la “confusión” que ellos habían tenido, y donde les ofrecían sus más “sinceras” disculpas por lo que había pasado y además los invitaban muy amablemente a regresar a su País y hasta con una indemnizados, y José Luis que a pesar de sus estudios y sus viajes continuaba siendo criollo de pura cepa, dijo con toda la seguridad que le daba encontrarse en su tierra y su llano querido: “!La pija, al perro no lo capan dos veces!”

Normalmente yo me encuentro con José Luis en las calles de Arauca, cada vez que lo veo le pregunto sobre su “travesía” y le pregunto por nuevos y más precisos detalles, sin embargo José Luis no quiere publicar un libro como se lo he sugerido por cuanto ocupa un cargo importante y no quiere saber nada mas de un viaje de estos, por lo que siempre me dice: “Álvaro, si quiere cuente la historia, pero solo yo puedo decir que fui yo el que la vivió”, y así se ha quedado, por eso y si alguien quiere que yo personalmente le cuente esta historia con lujo de detalles, lo único que tiene que hacer es invitarme una cerveza bien fría en “La Campechana”, y con todo gusto se la contaré, pues vale la pena.

Bogotá, junio 1° de 2010. 
Mapa de relieve de Israel, Wikipedia.